Estados Unidos y China, dos de las economías más grandes del mundo, mantienen en 2025 una relación comercial marcada por la interdependencia, a pesar del aumento de tensiones arancelarias impulsadas por diferencias políticas y económicas.
La tensión arancelaria no rompe la dependencia comercial
A pesar del discurso político nacionalista y de las llamadas al boicot por parte de sectores estadounidenses, China continúa siendo un proveedor clave para Estados Unidos, especialmente en sectores como tecnología, manufactura y materias primas críticas. En 2024, EE. UU. importó productos chinos por un valor de 526.000 millones de dólares, mientras que sus exportaciones hacia China fueron significativamente menores, lo que provocó un déficit comercial de 382.000 millones de dólares, según datos recopilados por Deutsche Welle, un medio de comunicación alemán.
Entre los productos importados más relevantes están los teléfonos inteligentes y computadoras, que representaron 127.000 millones de dólares del total. Estas cifras subrayan que cualquier política proteccionista tendrá impactos directos en el consumidor estadounidense.
Boicot simbólico frente a realidades económicas
Imágenes como una bolsa con la bandera de EE. UU. y la frase “Made in China” se han convertido en símbolos de protesta entre seguidores del presidente Donald Trump, quienes abogan por una ruptura comercial con Pekín. Sin embargo, analistas como Scott Kennedy, del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS), indican que la interdependencia sigue siendo alta, lo que complica la implementación de un desacoplamiento económico real.
Además de la tecnología, EE. UU. depende en más de un 90 % de las importaciones de tierras raras, utilizadas en industrias como la defensa, electrónica y energías renovables. De ese total, más del 80 % proviene de China.
La respuesta china: aranceles, represalias y diversificación
Desde Pekín, las medidas de Trump han sido recibidas con firmeza. El 13 de octubre, China emitió una declaración oficial en la que aseguró que “luchará hasta el final” frente a los aranceles punitivos. En respuesta, Pekín impuso restricciones a la exportación de tierras raras y boicoteó la compra de soja estadounidense, un producto que en 2024 generó casi 13.000 millones de dólares en exportaciones para EE. UU.
Ahora, China adquiere su soja principalmente de Brasil y Argentina, reduciendo su dependencia del mercado estadounidense. Esta acción está directamente relacionada con las restricciones impuestas por EE. UU. sobre la exportación de microchips a China, que han sido endurecidas desde octubre de 2022.
Adaptación y expansión comercial de China
Pese a la caída en las exportaciones hacia Estados Unidos, China ha reorientado su comercio exterior. Según datos de Bloomberg, entre septiembre de 2024 y septiembre de 2025, las exportaciones chinas a África aumentaron un 56 %, a Asia Sudoriental un 16 %, a la UE un 14 % y a Latinoamérica un 15 %. Esta diversificación ha amortiguado el impacto de las restricciones estadounidenses.
Christina Otte, de Germany Trade & Invest (GTAI), señala que muchas empresas chinas están estableciendo fábricas en el extranjero para continuar exportando a EE. UU. sin las limitaciones arancelarias, utilizando países como Vietnam y Malasia como plataformas de exportación indirecta.
“Chimerica”: un vínculo comercial que resiste
A pesar del distanciamiento geopolítico, EE. UU. sigue siendo un mercado importante para China, especialmente en el ámbito tecnológico. Según Kennedy, China aún depende de EE. UU. para ciertos productos clave, como semiconductores avanzados, tecnología aeronáutica y chips de alto rendimiento.
La relación bilateral, a menudo denominada “Chimerica”, continúa siendo vital para ambos países. A finales de octubre de 2025, está prevista una reunión entre Xi Jinping y Donald Trump durante la cumbre de la APE, en un intento por reducir tensiones y evitar una escalada arancelaria perjudicial para ambas partes.
Conclusión: ¿Desacoplamiento o reajuste?
A pesar del endurecimiento de las políticas comerciales y los mensajes políticos hostiles, la ruptura comercial entre EE. UU. y China no parece viable en el corto plazo. Las estadísticas muestran que la economía estadounidense depende en gran medida de los productos chinos, y viceversa, en segmentos específicos de alta tecnología.
Si bien ambas naciones exploran nuevos mercados y estrategias para reducir su dependencia mutua, la realidad es que la globalización y la cadena de suministro internacional siguen entrelazando sus destinos económicos. (10).
