El 1 de noviembre de 1955, el vuelo 629 de United Airlines despegó desde Denver (Colorado) rumbo a Portland (Oregón), como parte de su trayecto hacia Alaska. Once minutos después, el avión explotó en el aire, esparciendo restos sobre los campos de Longmont. Las 44 personas a bordo murieron. Lo que en principio se consideró un accidente aéreo resultó ser el primer atentado con bomba en la aviación comercial de Estados Unidos, ideado por John (Jack) Gilbert Graham, quien buscaba cobrar el seguro de vida de su madre.
La explosión sobre Colorado
Los testigos en Longmont describieron una lluvia de fuego y escombros metálicos cayendo del cielo. Creyeron que era una maldición o un fenómeno sobrenatural. En realidad, el Douglas DC-6B había explotado 11 minutos después de despegar.
El vuelo había partido originalmente de Nueva York, con escalas en Chicago y Denver, y debía continuar hacia Portland, Seattle y Anchorage. La aeronave transportaba 39 pasajeros y 5 tripulantes. No hubo sobrevivientes.
La Oficina de Aeronáutica Civil y el FBI iniciaron una investigación exhaustiva. Los restos se encontraron dispersos en un radio de 25 kilómetros, y la magnitud de la explosión indicaba que no se trataba de una falla mecánica. Los ingenieros concluyeron que el avión había detonado en pleno vuelo, una hipótesis inédita hasta entonces.
La pista que llevó al asesino
Entre los pasajeros figuraba Daisie Eldora King, una mujer de 53 años que viajaba por primera vez en avión para visitar a su hija en Alaska. Su hijo, John (Jack) Gilbert Graham, de 23 años, fue interrogado como parte del protocolo.
Al principio, Graham se mostró cooperativo y habló con aparente tristeza del viaje de su madre. Sin embargo, los agentes se sorprendieron cuando él mencionó haber comprado un seguro de vida de 37.500 dólares en una máquina expendedora del aeropuerto, una práctica común en la época.
Durante el interrogatorio, los investigadores descubrieron que Graham tenía antecedentes por fraude, falsificación y contrabando. Además, meses antes, el restaurante de su madre había sufrido un incendio sospechoso, en el que él había estado involucrado. Bajo presión, Graham confesó el crimen.
El “regalo” que escondía dinamita
Según su declaración, Graham colocó 24 cartuchos de dinamita con un temporizador en la valija de su madre, camuflados como un regalo de Navidad. Explicó que programó la explosión para que ocurriera 90 minutos después del cierre del equipaje, creyendo que sucedería sobre las montañas, lo que habría dificultado la investigación.
La explosión, sin embargo, ocurrió apenas once minutos después del despegue, cuando los tanques de combustible estaban llenos, multiplicando la potencia del estallido. Graham dijo sin remordimientos: “Si en el avión hubieran viajado mil personas, me daría lo mismo”.
El juicio y la sentencia
El juicio de John Gilbert Graham comenzó en 1956 en Denver. Fue el primero transmitido parcialmente por televisión, lo que generó enorme interés público. Graham alegó tortura durante el interrogatorio y trató de ser declarado insano, pero las pruebas eran contundentes.
Los peritos confirmaron la presencia de explosivos en los restos del equipaje, y los vendedores identificaron a Graham como el comprador de la dinamita. Los testigos aseguraron que él sabía manipular dispositivos de detonación. El jurado deliberó apenas una hora antes de declararlo culpable de 44 homicidios.
Graham fue condenado a pena de muerte y ejecutado en la cámara de gas el 11 de enero de 1957 en la prisión estatal de Colorado. No pronunció últimas palabras y solo comió helado en su cena final.
Paradójicamente, un tecnicismo legal permitió que su esposa cobrara 100.000 dólares del seguro de vida del propio Graham.
Consecuencias y legado
El caso del vuelo 629 marcó un punto de inflexión en la seguridad aérea. Por primera vez, un siniestro aéreo se investigó como acto criminal y no como accidente. De la investigación surgieron nuevos protocolos de inspección de equipajes y controles de seguridad que sentaron las bases de la aviación moderna.
La tragedia también impulsó el desarrollo de normas internacionales de investigación de accidentes aéreos y la creación de equipos forenses especializados.
Setenta años después, el atentado del vuelo 629 sigue siendo recordado como el primer sabotaje aéreo documentado en la aviación comercial, un crimen que unió el horror personal con el impacto histórico.
