El 3 de enero de 1990, Manuel Antonio Noriega, el general que había ejercido el control de facto sobre Panamá desde 1983, se rindió ante las fuerzas estadounidenses tras la invasión militar denominada “Causa Justa”, poniendo fin a un régimen de seis años caracterizado por el narcotráfico, el autoritarismo y una relación de amor y odio con Estados Unidos.
Noriega, también conocido popularmente como “Cara de Piña” por las marcas de acné en su rostro, fue trasladado a Florida para enfrentar cargos penales por narcotráfico y lavado de dinero, iniciando su larga reclusión que culminaría con su muerte en 2017 como prisionero en su país.
Ascenso al poder de Manuel Noriega
Manuel Antonio Noriega nació en Ciudad de Panamá en una fecha de nacimiento que ha sido objeto de disputa (1934, 1936 o 1938), según diferentes documentos y declaraciones. Tras estudiar en el Instituto Nacional y obtener una beca para una academia militar en Perú, regresó a Panamá para ascender en la Guardia Nacional.
Su carrera se consolidó bajo la tutela del general Omar Torrijos, dictador panameño que negoció el traspaso del Canal de Panamá a manos panameñas en 1977. Como asesor de Torrijos, Noriega estrechó lazos con agencias de inteligencia estadounidenses.
Tras la muerte de Torrijos en un accidente aéreo en 1981, Noriega maniobró para tomar el control de la Guardia Nacional, ascendiendo a general en 1983 y consolidándose como el líder de facto del país, a pesar de la presencia de un presidente civil.
Durante este período, Noriega mantuvo una relación ambivalente y compleja con Estados Unidos. Por un lado, operaba como informante para agencias antinarcóticos y de inteligencia, mientras que por otro, se involucraba en actividades ilícitas como la venta de miles de pasaportes panameños a agentes cubanos y la protección de cárteles de la droga. Esta dualidad le permitió amasar una fortuna personal estimada por la Casa Blanca entre 200 y 300 millones de dólares.
El deterioro de la alianza con Estados Unidos
Aunque la doble cara de Noriega era conocida por las autoridades de EE. UU., su utilidad en el contexto de los movimientos de izquierda en Centroamérica mantuvo el apoyo tácito de Washington durante años. Sin embargo, la creciente violencia del régimen y las acusaciones de corrupción y narcotráfico comenzaron a socavar esta alianza.
La tortura y el asesinato en 1985 del doctor Hugo Spadafora, un crítico abierto que lo acusó de vínculos con el narcotráfico colombiano, marcó un punto de inflexión. La oposición interna se intensificó, llevando a Noriega a usar sus unidades antimotines, apodadas “los Doberman”, contra los manifestantes, destacándose el violento episodio conocido como el Viernes Negro de julio de 1987.
Ante la escalada de abusos, el Senado de EE. UU. aprobó en 1986 una resolución que pedía su destitución. Un año después, el Capitolio cortó la ayuda militar y económica al régimen panameño. Esta acción provocó una contracción económica de hasta 20 por ciento en el país y el incumplimiento de sus deudas.
Imputación, resistencia y la invasión de 1989
El punto de no retorno se alcanzó en 1988 cuando Noriega fue formalmente imputado en Florida por cargos de narcotráfico y lavado de dinero, al haber convertido a Panamá en una plataforma de envío de cocaína hacia EE. UU. y en un centro para el blanqueo de capitales del narcotráfico.
En respuesta, Noriega organizó marchas masivas bajo la consigna “¡Ni un paso atrás!” y anuló las elecciones presidenciales de 1989, tras un golpe de Estado fallido. La tensión aumentó con otro golpe fallido, tras el cual se autoproclamó “líder máximo” y la Asamblea Nacional declaró el estado de guerra con Estados Unidos.
El incidente que precipitó la intervención militar ocurrió el 16 de diciembre de 1989, cuando tropas panameñas mataron a un soldado estadounidense desarmado en la capital e hirieron a otros. En respuesta, el entonces presidente estadounidense George H. W. Bush anunció la invasión de Panamá con más de 27.000 tropas en la operación “Causa Justa”.
Noriega se escondió inicialmente, reapareciendo en la embajada del Vaticano el 24 de diciembre. Tras un asedio de días, durante el cual las tropas estadounidenses utilizaron música a alto volumen para forzar su salida, Noriega se rindió el 3 de enero de 1990.
Juicios, extradiciones y condena final
Tras su rendición, Noriega fue llevado a Florida y condenado en abril de 1992 a 40 años de prisión por los cargos de narcotráfico y lavado de dinero; condena que luego fue reducida a 30 años y le otorgó el estatus de prisionero de guerra. Desde la cárcel, acusó a George H. W. Bush de genocidio y de manipular el sistema judicial para condenarlo.
Aun estando en prisión en EE. UU., fue juzgado en ausencia por Panamá por la ejecución de soldados en el golpe de 1989. Además, Francia lo juzgó en julio de 1999 también en ausencia por lavado de dinero, condenándolo a diez años de cárcel junto a su esposa, Felicidad Sieiro de Noriega, por mover tres millones de dólares de ganancias del narcotráfico.
A pesar de que su condena en EE. UU. se redujo por buen comportamiento, Francia exigió su extradición y fue trasladado a París en abril de 2010, donde fue juzgado de nuevo y condenado. Finalmente, Panamá pidió su extradición, siendo repatriado en 2011 para cumplir una condena de más de 60 años por desapariciones y asesinatos durante su régimen. El reo federal 41586, como lo identificó su prontuario estadounidense, falleció en 2017 en Panamá a la edad de 83 años. (10).
